De una alumna a una maestra: “Es alguien a quien le debo muchísimo”

Compartimos la historia de un vínculo que trascendió las aulas y lo pedagógico en la ciudad de Gualeguay. Analía Sánchez nos cuenta sobre su maestra Mónica Vicentín.

Por Santiago Joaquín García

Por todas las fechas que homenajean a trabajadoras y trabajadores de la educación, septiembre es considerado el mes de la educación. Por tal motivo, decidimos centrarnos en el vínculo pedagógico, pero esta vez desde el punto de vista estudiantil. Escuchamos la voz de Analía Sánchez, una vecina de nuestro pueblo, que se refiere a una maestra que le marcó la vida y a la que quiere homenajear. Conservamos la primera persona por su tono íntimo.

“Es otra mamá”
A mí me costaba mucho la escuela. Me acuerdo de todas las maestras que tuve, pero hay una que es especial. Tuve una maestra en segundo grado, Mónica Vicentín, que me hizo ver que lo mío no era un problema intelectual, sino un bloqueo emocional. En ese tiempo yo iba a la Escuela 8 “Miguel Laurencena” y tengo el agrado y la suerte de haberla encontrado en mi camino. Fue mi sostén inconsciente en una etapa en la que no fue fácil crecer. Ella marcaba el respeto y el orden en el aula y fuera de ella. Siempre está presente en mi vida con sus consejos, su apoyo y por haberme apuntalado. Es alguien a quien le debo muchísimo, no solo por la parte docente sino por la parte humana.

Cuando se cruzó en mi camino, hace más de treinta años, no era una docente muy demostrativa, cariñosa. Pero yo siempre sentí su cariño a través de su mirada, y con el tiempo me fui dando cuenta de todo lo que hizo por mí. Cuando vio que me costaba habló con mis padres y les dijo que a ella le gustaría darme clases particulares junto a otras dos compañeras, Valeria y Soledad. Así que íbamos a contra turno a la casa de ella, toda la semana de lunes a viernes, y nunca nos cobró un peso. Y así como lo hizo con nosotras lo debe haber hecho con muchos alumnos más. Te puedo asegurar que aprendimos un montón. Y lo principal que se dio cuenta es que había algo en mí, en mi cabecita, que no me permitía aprender las cosas. Un bloqueo. Y con el tiempo me fue hablando hasta que logró destrabarlo. Recuerdo que me decía: ‘No es que vos no sepas. Vos sabés y sos re inteligente’.

Ella tiene tres hijas más, y siempre me cuenta como una cuarta. Cuando iba a su casa a estudiar, siempre estaba la hija mayor, Pía, que era una bebita, andaba en el andador. Esa imagen la tengo muy pegada. Hace poco viajé a Concepción del Uruguay, donde vive ahora, la fui a ver a Mónica a su casa, justo estaba Pía y siempre le recuerdo eso. Llegábamos a la casa a estudiar y siempre andaba dando vueltas alrededor de nosotros en el andador.


“Tengo sus valores”
Analía deja en claro hasta qué punto puede influir el vínculo entre docente y alumno fuera de las aulas y a lo largo del tiempo:
Ella ahora me dice que yo me parezco mucho, que tenemos un carácter muy similar. Es una persona que siempre fue muy activa, con un carácter fuerte que no se dejaba pisotear con nadie. Entraba al aula y quedaba en silencio y en orden. Era una maestra que te imponía el respeto solo con la mirada. No necesitaba ni pegar un grito, ni golpear la mesa, ni nada. Ponía un pie en el aula y te imponía el respeto absoluto. Y al mismo tiempo, siempre estaba tirando ideas para hacer cosas, para crear, y donde veía una injusticia saltaba. Y en eso yo soy igual. Tengo sus valores. Más allá de que mis padres hicieron todo lo que pudieron, y se lo agradezco, ella fomentó muchísimos de los valores que tengo. Me marcó a fuego todo lo que me enseñó: siempre el respeto hacia el otro, pero nunca quedarme callada; que abra la boca, que me exprese, aunque pensemos distinto; que siempre vaya al frente. Y así soy, no me gustan las injusticias, y cuando hay una injusticia hablo y no me la callo. 

“Quiere venir a mi recepción”
Por razones laborales y personales, Analía había abandonado el colegio secundario, pero este año lo está por terminar. La presencia de Mónica es fundamental en este momento también:

Cuando dejé de verla y fui pasando por otras escuelas siempre la pensaba. Tenía esa extraña sensación de extrañarla y el deseo de volver a verla. A los trece años, aproximadamente, la volví a encontrar en la escuela del Puerto. La habían designado ahí y la reconocí por su mirada, esos ojos claros y su mirada seria y firme.  Para mí no es mi segunda mamá, es mi otra mamá y más que la biológica que ya no la tengo. Con sus achaques, y a la distancia siempre está presente de alguna manera como con un mensaje al celular. Tenemos una linda relación. Está muy contenta, muy orgullosa de que yo haya retomado los estudios y de que esté por terminar. Inclusive quiere venir a mi recepción. En su momento, me recomendó que siga con la carrera docente porque le gusta cómo escribo. Pero al mismo tiempo, aunque a mí me guste todo lo relacionado con la docencia, no creo que lo haga por mi carácter de no saber callarme ante las injusticias.   Gracias a Dios, todavía la tengo en esta vida porque creo que siempre hay cosas para aprender. Siempre le estoy preguntando cosas o ella me está preguntando a mí. Tiene el anhelo de volver a venir a Gualeguay, quiere que la acompañe a la escuela del Puerto. Le gusta mucho ese lugar. Ella perdió a su papá en la época que ingresó a trabajar ahí y dice que ese lugar la relajó. Tenemos la misma conexión con el Puerto. Ese es otro punto que tenemos en común. Y me dijo que también le gustaría recorrer la Escuela 8 así que en cualquier momento se viene y quiere que la acompañe. Sin dudas, ella es la maestra que más me quedó y siempre que es el Día del Maestro le escribo algo y lo publico en el Facebook porque se lo merece. La última vez publiqué lo siguiente:

Un buen maestro es como una vela…
se consume a sí mismo
para alumbrar el camino de otros .
Es el que inspira al alumno a dar lo mejor de sí
para descubrir un conocimiento que ya
tiene dentro de su alma.

Como siempre le digo, no me alcanza decirle gracias o escribirle la palabra. Si hubiera algo más sublime, más arriba, se lo diría y se lo repetiría mil veces, porque lo que hizo por mí no lo hizo nadie.